sábado, 11 de febrero de 2017

¿Dónde Está mi Amiga?

Despertó con una terrible jaqueca, boca desencajada y seca. Había sido una noche muy loca, una de esas que no se olvidaban. Por desgracia, no se acordaba de nada.
  Estaba sola, como casi nunca en su historia.
- ¿Dónde está mi amiga?- se preguntó la chiquilla.
  Era suave, confortable y blandita. Se llamaba Izquierda, y era una zapatilla. Azul como el cielo, esponjosa, como el rabo de un conejito, y estrecha, siempre había estado junto a su amiga melliza, Derecha. Tenían la misma edad, claro, desde su salida de la fábrica hacía un año. Habían estado juntas en un sinfín de eventos, soportando durezas, callos y olores no muy frescos, pero nunca separadas. Ahora, como novedad, no la veía por el rabillo del ojo al caminar.
  Izquierda se sentía pesada y había perdido el habla.
- La noche ha sido dura- se dijo-. Pero he de buscar a mi amiga, sin duda.
  La zapatilla solitaria miró debajo de la cama. Descubrió polvo, unas llaves y ropa interior usada, pero no a Derecha.
  Bajó entonces las escaleras y revisó la cocina, por si se hubiese colado debajo de alguna estantería. Ni rastro.
  En el salón, escarbó bajo el sofá, pero sin éxito. Solo pelusas, monedas y una pulsera de México.  ¿Dónde estaría su amiga?
  Uno a uno, Izquierda revisó hasta los últimos confines: el dormitorio de los niños, la sala de estar, los baños, la bohardilla, detrás de los cojines… pero ni rastro de ella.
- ¿Dónde estás, Derecha? Tu ausencia abre en mi pecho una brecha.
  Ensoñó lo que haría cuando descubriese dónde se escondía su amiga. La abrazaría, la mimaría y con ella hablaría.
- Bueno, eso si recupero el habla- se planteó la traba.
  Si tan solo pudiera recordar...
- ¡Aquí estás!
  Su dueña estaba resacosa, se movía sin coordinación y ojerosa. Izquierda sabía que debía mantenerse quieta, porque era un objeto y se supone que los objetos no son cosas con sentimientos.
  La señora era vieja aunque atlética, y le gustaba el bebercio de forma épica. Con ebria torpeza, levantó a Izquierda y tiró de su extremo firmeza. Derecha salió de dentro de su boca sin aliento, donde había estado atorada todo el tiempo.
  Izquierda y Derecha se miraron un momento. La una había estado de la otra dentro, y viceversa, en una suerte de vergonzoso entuerto. Antes de que ninguna pudiera gritar, su dueña le metió a cada una un pie en la cavidad bucal y las arrastró por el suelo hasta la cocina, en donde se sirvió una manzanilla.
  Desde aquel fatídico día, Izquierda y Derecha no volvieron a mirarse a la cara. No se sentían cómodas cuando cruzaban miradas. A pesar de los esfuerzos, no pudieron superar su desencuentro.
  La antigua amistad de las zapatillas fue truncada con fulgurante pena, y nunca jamás fueron capaces hablar del tema.


Moraleja: Nunca te líes con tu mejor amigo.

FIN

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