jueves, 11 de febrero de 2016

La Caverna del Encuentro

Debido a sus propias decisiones, estaba el chico solo, en una cueva tan lóbrega que jamás habría podido adivinar su profundidad. No recordaba el camino que le había llevado a acabar allí, por lo que tampoco conocía ninguna salida. A sus pies, los pilares de roca en que se sostenía parecían sólidos y macizos, pero estaban suspendidos de manera inestable en el aire. Por ello fue, que empezaron a caer. 
  Primeramente, se desplomó aquello que más quería, lo que más había amado nunca. A este pilar central, inmediatamente le siguieron los demás, que se sustentaban en el primero: familia, esperanzas, deseos, sueños... todo se fue precipitando hacia aquella negra oscuridad. Lo último en caer, su propia percepción, le dejó solo, sin nada en lo que mantenerse. Aún así, no descendió. En su lugar se quedó flotando en un limbo de sombras impenetrable del que no tenía idea alguna de cómo escapar. 
  Así estuvo por largos días. La desesperación se cernió sobre su alma como una sábana demasiado pesada para poder dormir hasta que, de repente, una imagen surgió nítida ante sus tristes ojos. Como colgado de hilos invisibles, el mismo chico que era le miraba desde el otro lado de su reflejo, con una sonrisa descarada que él nunca había podido esbozar. 
- Te odio- dijo él viéndose a sí mismo, casi por instinto. 
- ¿Sabes qué soy?- El chico no supo dar respuesta a esa pregunta. El reflejo prosiguió-. ¿Cómo puedes odiarme sin conocerme?
  El muchacho guardó silencio, pues realmente tenía razón. Veía que lo que había delante de él era su viva imagen, pero de algún modo nunca habría podido describir lo que guardaba esa fachada, al igual que no era capaz de describirse enteramente a sí mismo. Habría sido como juzgar un libro por el dibujo de la portada, el título o el nombre del autor.
  Las sombras devoraron su rostro conforme las dudas le atrapaban. 
  Viendo el efecto de sus palabras, el reflejo radicalizó su sonrisa. 
- ¿Sabes qué soy?- repitió, y al no obtener respuesta, prosiguió-. Soy fuego.
  Y al instante, su cuerpo estalló en una bola de calor y desapareció.
  El chico volvió a quedar solo. De algún modo, nunca había dejado de estarlo. Una gota cayó desde el techo de la caverna sobre su frente, fría, húmeda, limpia. Miró hacia atrás, hacia lo que había hecho, hacia lo que había descubierto y aprendido, hacia lo que había demostrado a todos los demás y a él mismo.
  Entonces, y solo entonces, terminó de entender la lección. 
- ¡AHHH!- gritó de manera áspera, desgarradora, desesperada, un grito rabioso y lleno de furia descontrolada. En seguida, su cuerpo también se hizo uno con las flamas.  
  La llama en la que se había convertido, entonces, se precipitó al vacío. Dolía tanto como si le arrancasen la piel, pero a la vez era tan luminosa que los secretos de su cueva fueron desvelados. Tocó el suelo, saltó contra las paredes y las reventó para salir al exterior. Era fuego. Fuego imparable, que destruye a su paso, que arrasa. Fuego nítido, candente, sincero, que no oculta su naturaleza. Fuego que ejecuta finales para grabar su propio camino en la tierra, un camino nuevo que acababa de empezar...

FIN

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