jueves, 9 de abril de 2015

El Cielo Gris de la Venganza

Durante el periodo Sengoku(1) de Japón, convivieron dos grandes clanes: el Fujhu, de Akita y el Ghenji, de Iwate. Debido a disputas ancestrales, sus miembros se odiaban mutuamente y peleaban entre ellos. Miles de vidas cayeron durante los enfrentamientos, los cuales se sucedieron por tanto tiempo que llegó un momento en que ya nadie se acordaba de cómo se originaron las disputas.
  Con el paso de los años, subió al poder un shogun(2) piadoso que decretó el fin de la guerra entre los dos clanes. Ofreció retribución a ambas familias por las pérdidas sufridas e instauró una pena de muerte para quien rompiera la tregua. De este modo, los Fujhu y los Ghenji dejaron de pelearse y, con el tiempo, la paz llegó al reino. Pero aquella calma era volátil y endeble, pues muchos miembros de ambos clanes se negaban en secreto a perdonar. Era el caso de Sotomure, del clan Ghenji, un guerrero samurái que perdió a sus tres hermanos y su padre durante la guerra.
  Sotomure era un hombre orgulloso, hábil con la espada y de carácter recto y honorable. Aprovechando la paz y el dinero recibido, compró un dojo para impartir clases de kenjutsu(3) y donde se estableció con su esposa. Con los años, el hombre fue bendecido y maldito al mismo tiempo, pues del fruto de su amor nació la vida y la muerte: su mujer murió durante el parto de su hija, Sushana. A pesar de la pérdida, Sotomure agradeció a los cielos el haberle dado una hija para poder continuar su legado y la crio dándole sus mejores cuidados. Era su mayor tesoro.
  Pasaron los años y la vida de Sotomure prosperó, aunque en su interior seguía sin poder deshacerse de un veneno que le consumía mudamente: el odio por las pérdidas sufridas durante la guerra. Un día su hija, que ya se había convertido en una mujer, le pidió permiso para casarse con un joven que había conocido hacía tiempo. La sorpresa de Sotomure fue mayúscula cuando se enteró de que el pretendiente era un descendiente del clan Fujhu. En el mismo instante en que conoció la noticia, el viejo guerrero tuvo que enfrentarse a una bifurcación en el cauce de sus sentimientos: perdonar al enemigo que tanto le había arrebatado de joven, o impedir la felicidad de su hija. Tras sopesar las opciones, decidió aceptar el casamiento, y tanto la joven como su futuro marido se trasladaron, junto con todas sus pertenencias, al dojo.
  La noche estaba avanzada, cuando Sotomure desenvainó su antigua katana y, mientras Shusana dormía, apuñaló a su futuro esposo en el vientre. “Me vengaré” dijo el joven antes de morir, con una enigmática sonrisa sanguinolenta en la boca. “Adelante. No le temo a la muerte” respondió el samurái. Luego, revolvió toda la habitación.
  A la mañana siguiente, Sushana lloró amargamente la muerte de su amado. Ante los evidentes indicios, la policía concluyó que se había tratado de un robo truncado y cerró la investigación. Sotomure consoló a su hija, mientras en su interior notaba el cálido abrazo de la venganza cumplida.
  Desde aquel día, cada noche, Sotomure se despertaba oyendo débiles sollozos que recorrían las paredes de dojo. Era un llanto ahogado, constante y terrible que le atenazaba el alma, mas supuso que formaban parte del luto de su hija y no le dio importancia. El hombre aceptó estoicamente el calvario nocturno hasta que, cierta madrugada, despertó más agitado de lo normal. La oscuridad era total, a excepción de la luz de una luna roja que brillaba con alma propia en el cielo. De repente, sintió unos arañazos en el piso. Rápido como un gato, el samurái recogió su katana justo cuando la puerta corredera se abría. La armadura ceremonial de los Fujhu pareció contemplarle desde la entrada. La iridiscencia del astro arrancaba reflejos carmesí del metal que iluminaban toda la sala con el color de la sangre. Sotomure estaba convencido de presenciar la materialización de un fantasma y, antes que por la suya propia, temió por la vida de su hija.
- Es a mí a quién quieres. Decidamos esto de una vez- dijo el anciano, desafiante.
  La armadura no respondió. En su lugar levantó su espada hasta colocarse en guardia.
  Sotomure y la aparición se batieron en duelo por largo rato en la oscuridad. La edad había vuelto más lento y débil al hombre, pero mantenía los reflejos intactos y la práctica le había dotado de técnica para suplir sus carencias. Fue por ello que pudo desarmar a su rival y asestarle una puñalada en la barriga, justo donde ya hiriera a su antiguo propietario. Del mismo modo, un reguero de sangre salió de la herida, resbalando por el acero del sable hasta mojar sus dedos. Cuando Sotomure le quitó el kabuto(4) a su adversario, ahogó un grito de dolor al ver la cara de su hija. “Venganza” dijeron sus labios antes de exhalar el último aliento.
  El viejo guerrero encontró una nota en la mano de la joven, la cual había estado apretando contra la empuñadura de su katana durante el combate.

  “Mi amor, aunque te niegues a creerlo, hay posibilidades de que tu padre intente matarme esta noche debido a las antiguas disputas entre clanes. Si algo malo me ocurriera, sería tu deber vengarme. Te quiero”.


  Sotomure no fue capaz de soportar la culpa y se abrió el vientre con su katana. Pero, del mismo modo que la rechazó en vida, no halló paz al otro lado. Y desde entonces vaga por los infiernos, atormentado por los llantos de los nietos que nunca tuvo y perseguido por los ancestros de la familia Fujhu y de la propia Ghenji, por haber acabado con un miembro inocente tanto de un clan como de otro.
  Cuando devolvemos daño a quien nos lo hizo, generamos la potencialidad de que ese mismo dolor nos sea devuelto multiplicado. De este modo, la Venganza es un monstruo que se retroalimenta, y únicamente estará dispuesto a afrontar su camino aquel que esté dispuesto a destruirse a sí mismo.  

FIN


1 Periodo Sengoku: También conocido como "periodo de los estados en guerra", comprendió desde el año 1467 hasta el 1615 y fue famoso por la inestabilidad política y militar del país, así como por la transcendencia de los samuráis en la guerra.

2 Shogun: El mayor título militar, otorgado directamente por el emperador. Durante el periodo Sengoku era quien realmente regía el país, relegando la figura del emperador a un mero observador o título icónico.

3 Kenjutsu: Arte marcial japonés basado en el manejo de un solo sable. 

4 Kabuto: Casco tradicional de la armadura japonesa, habitualmente se usaba junto a un "mengu", una máscara que hacía las veces de armadura facial. 

Fuentes: Diversas series japonesas, cómics y wikipedia (tan friki no soy).


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